Santo mercedario, cuya figura gigante y carismática ha distorsionado la leyenda. Su apellido era Surróns o Salóm, degeneración del patronímico Serraíns, apodo con que se distinguía al caballero Arnau de Cardona, hijo natural del vizconde Guillén, y a sus hijos. Los Serraíns eran terratenientes de Portell, en la Segarra, donde vino al mundo Ramón, por los años 1300, de una manera tan excepcional que el sobrenombre de nonato suplantó al familiar de Serraí: Murió su madre de malparto y se dio por malograda la criatura, pero llegando al velatorio el conde de Cardona practicó a su cuñada la cesárea y extrajo con vida al pequeño. A fray Ramón Salóm se le encuentra por primera vez en el monasterio de El Puig reunido en Capítulo general, el 7 de mayo de 1324. Debía de ser muy joven (en 1317 aún no había ingresado) y estaría estudiando para sacerdote. Había precedido una infancia marcada por la orfandad, la piedad (sobretodo hacia la Virgen, que el Nonato asume como madre y que venera entrañablemente en la imagen de la Señora que encontraba en la ermita de San Nicolás), la armonía con la naturaleza (los trigales y encinares de la Segarra), el contacto con el monasterio de Poblet (en cuya escuela monacal, parece, pasó algunos años), el pupilaje de su tío el Conde. El ingreso de Ramón en la Merced no fue casual: La Orden estaba muy prestigiada en Catalunya; tenía convento en el propio Portell (San Nicolás desde 1245); había ya un familiar en el Instituto, fray Ramón de Cardona; la Orden encauzaba perfectamente las inquietudes y gustos del Segarrense (marianismo, arrojo, amor a los marginados desde su condición de huérfano).
Fray Ramón Salóm tuvo una carrera rutilante en la Orden: El 8 de mayo de 1335 era uno de los cuatro definidores del Capítulo provincial de Lérida; salió electo redentor, marchó muy luego a tierra de moros, se quedó en rehenes por un grupo de cautivos periclinantes y, porque clamó y reclamó contra los atropellos de los esclavistas le cosieron la boca con un garfio (que se conservó en la urna de sus reliquias). Por los años 1339 era comendador de Palma, lo atestigua una carta del rey Jaime IV de Mallorca. El 14 de abril de 1341 estaba de vicario en el importante santuario de Monflorite (Huesca); en tal día obtuvo un diploma de Pedro IV de Aragón para atajar los abusos de ciertas personas que, habiendo recibido herencias, no cumplían con los sufragios que dejaban encargados los testadores para la iglesia mercedaria (el documento real incluso recoge conceptos y palabras del propio Ramón, por el que Don Pedro expresa afecto). A primeros del año 1344 lo encontramos en el grupo de los seis electores generales que designaron general mercedario al padre Vicente Riera; ser elector general implicaba una enorme categoría y el máximo ascendiente en el Instituto, logrados por sus méritos personales y los servicios a su Orden, sobre todo en la redención de cautivos que, según los cronistas, realizó personalmente cuatro veces.
Con tales predicamentos y el respaldo de los Cardona nada es de extrañar que fuera nombrado cardenal. Cuando iba a emprender viaje a la corte papal, quiso pasar por su tierra e, inesperadamente, falleció en Cardona. Su cuerpo se lo disputaban Portell, Cardona y los Mercedarios, viniendo a parar (la leyenda dice que a lomos de una mula ciega, a la que se le confió dirimir la contienda entre los pretendientes, y que murió luego de haber dado los tres tombs) a la ermita de San Nicolás. Aquí se le venera desde el día de su muerte en loor de multitudes. Se le representa con una palma triplemente coronada (coronas de confesor, mártir y casto), adorando una custodia (recordatorio de su acendrado amor a la Eucaristía y del viático que, según la tradición, recibió milagrosamente en el trance de su muerte) y con unas madres arrodilladas ante él (como nonacido, especial protector de las gestantes). San Ramón Salóm, el Nonacido, puede ser presentado como un reto en la lucha de los creyentes en pro de la vida, frente a la sociedad hedonista de hoy.